lunes, 6 de junio de 2016

No pienses en un elefante: el poder de las metáforas.

"Cuando enseño el estudio del cambio de marco (estructura mental), lo primero que hago es darles a los estudiantes un ejercicio.
El ejercicio es: "No pienses en un elefante".
Hagas lo que hagas, no pienses en un elefante.
No he encontrado todavía un estudiante capaz de hacerlo. 
La palabra se define en relación con ese marco. Cuando negamos un marco, evocamos el marco.

Richard Nixon lo descubrió por la vía dura. Presionado para que dimitiera durante el escándalo del Watergate, se dirigió al país a través de la televisión. Se presentó ante los ciudadanos y dijo: 
- «No soy un chorizo.» 
Y todo el mundo pensó que lo era."

George Lakoff (Berkeley, 1941) investigador de lingüística cognitiva, y el filósofo Mark Johnson, continúan explicando en el libro "Metáforas de la vida cotidiana":

"Los filósofos y los lingüistas han tendido a tratar la metáfora como un asunto de interés periférico. Sin embargo, nuestro lenguaje común es mucho más metafórico de lo que a menudo advertimos"

"En nuestra cultura, por ejemplo, es muy poderosa la metáfora "la discusión es una guerra". Decimos que alguien "se atrincheró en sus posiciones"; o "atacamos los puntos débiles del contrario", o "destruimos sus argumentos" hasta salir "vencedores". Pero lo importante es que no nos limitamos a hablar de la discusión como si fuese una guerra, sino que vemos a la otra parte como un contrincante, nos defendemos, agredimos...¿Cómo se viviría la discusión en una cultura en que la metáfora fuera un baile en que ambos participantes deben marchar al compás?"

Otros ejemplos son: el amor como viaje ("tenemos que ir más lento, vamos demasiado rápido"; "su matrimonio naufragó") o el tiempo es dinero (me haces perder el tiempo).

"Actuamos como si el tiempo fuera una cosa valiosa y concebimos el tiempo de esa manera. Estas prácticas son relativamente nuevas en la historia de la raza humana, y en absoluto existen en todas las culturas. Han aparecido en las sociedades industriales modernas y estructuran nuestras actividades básicas cotidianas de manera muy profunda."

"Son reflejo de conceptos metafóricos sistemáticos que estructuran nuestras acciones y nuestros pensamientos. Están "vivos" en un sentido más fundamental: son metáforas en las que vivimos"

"De la misma manera que hemos tomado las metáforas de nuestra cultura como verdades, a menudo, consideramos los mitos de nuestra cultura también como verdades." Y en este caso, "nosotros argüimos que la filosofía objetivista no puede explicar la forma en que entendemos nuestra experiencia, nuestros pensamientos y nuestro lenguaje."

Escribía Eagleton “La llamada a unas naturaleza, ciencia y razón desinteresadas, como opuestas a la religión, la tradición y la autoridad política, sencillamente enmascaran los intereses del poder a los que estas nobles nociones sirven en secreto”

"Como veremos, el mito del objetivismo en sí mismo no es objetivamente verdadero, pero eso no lo convierte en algo despreciable o ridículo. Forma parte del funcionamiento cotidiano de todos los miembros de nuestra cultura. Es necesario examinarlo y entenderlo."

Lo grave del mito objetivista no es su carácter mítico. No; lo grave, lo pernicioso de ese mito es que "hace tanto de los otros mitos como de las metáforas objeto de desprecio y desdén” 

"De cuantos mitos se han ido dotando las distintas culturas, el mito de la ciencia es, sin duda, el más intransigente, el que mayor celo ha puesto en la persecución de cualesquiera otras constelaciones míticas. El fundamentalismo científico es la gran aportación del imaginario europeo al panorama actual de los integrismos" asegura el matemático y filósofo Emmánuel Lizcano. Y explica:
"Y ahí es donde está la verdadera dimensión política de la ciencia. Ahí también su eficacia, su capacidad para persuadirnos de que no estamos siendo persuadidos, su pretensión de destino. Por ejemplo, no caben políticas (o sea, decisiones) distintas porque la cruda ‘realidad’ económica (o sea, el destino) no las permite: “Hay que ser realistas".

"Las metáfora que las tribus occidentales ha generado en los últimos cuatro siglos no tiene nada que envidiar a los de otras sagas que le precedieron. Ni sus metáforas son menos imaginativas: el mundo como máquina, lo invisible como materia oscura, el mercado como autorregulación, o la sociedad como suma de partículas votantes"

"Un buen ejemplo puede ofrecerlo la persistencia actual del viejo mito ilustrado del Progreso. “Los talibanes viven en plena Edad Media”, se repetía sin cesar durante la guerra de Afganistán.
Pero lo significativo no es que los políticos y los medios de comunicación lo dijeran, sino que todos lo entendiéramos sin el menor asomo de extrañeza. 
Dejando de lado esa otra magnífica metáfora zombi que es la ‘Edad Media’ (la singularización de cierta edad como ‘media’, como si no lo fueran todas salvo la primera y la última), ¿ese mismo ‘atrás’, término espacial, por el que todos acabamos de entender ‘antes’, término temporal, no expresa la misma ideología del progreso?

Si el futuro se labra es porque es una tierra que se supone fértil y no árida o amenazadora. Si el pasado es un lugar en el que uno se puede quedar atrapado o anclado es porque, al contrario
que el futuro, ése no es un buen lugar, ni es fértil ni vale la pena labrarlo: es un lugar del que hay que huir.

En lugar de “atados al pasado” podemos hablar de estar “atados al futuro” y, de repente, toda una serie de figuras irrumpen en el escenario: quienes han hipotecado su presente en créditos, planes de pensiones y seguros de vida, los ciudadanos que han de apretarse el cinturón al haberse comprometido sus Estados a “entrar en la modernidad”. o el de ciertas culturas indígenas que hoy se reorientan a “labrar el pasado” para cultivar en él los frutos que el “camino hacia la modernidad” ha prometido tanto como ha frustrado."
 
"La lucha por el poder es, en buena medida, una lucha por imponer las propias metáforas. Recuerdo el análisis que hacía una doctoranda que estaba trabajando sobre el conflicto entre un grupo de mariscadoras gallegas y la Administración local. Llegados a un punto que reclamaba un diálogo, la Administración impuso la metáfora que para ella era natural: había que constituir una ‘mesa de negociación’. Ya daba igual lo que en esa mesa pudiera acordarse, apuntaba mi alumna, en el mero hecho de haber asumido esa metáfora las mariscadoras ya habían perdido la batalla, como de hecho la acabaron perdiendo. La mesa es lugar natural de negociación para el burócrata, el habitante natural de los despachos, pero no lo era para aquellas mujeres. Para ellas, el lugar donde se discutían los asuntos comunes, donde se negociaba y se tomaban decisiones, es decir, el lugar propiamente político, era la playa, donde se reunían con ocasión de mariscar. La mesa como lugar político era para ellas un lugar extraño, terreno enemigo. Hubieran debido, concluía la perspicaz doctoranda, acuñar su propia metáfora e imponérsela a aquellos políticos, hubieran debido llevarles a la ‘playa de negociaciones’. Las decisiones habrían sido muy diferentes. Esto es todo. Espero, si no haberles ilustrado, sí al menos
haberles contagiado algo de mi pasión por las metáforas, esos sorprendentes duendes del imaginario que nos habitan en secreto. 
Conservadlas, y conservareis el mundo. 
Cambiadlas, y cambiareis el mundo."


Fuentes:
 http://www.textosenlinea.com.ar/academicos/Lakoff%20-%20No%20pienses%20en%20un%20elefante.pdf

2 comentarios:

Silvi Ann dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Silvi Ann dijo...

Excelente artículo. Me ha gustado mucho la referencia al anclaje al pasado (todo tiempo pasado fue mejor) y al futuro, por el cual a veces vendemos nuestro presente.